
Sentarte en la orilla y dejar pasar el rato. Ellas van y vienen, y parece que nunca se van acabar.
Mirarlas, ofrece esa serenidad que hace ver las cosas sencillas. Sentir su inmensidad. Ese poder de saborear lo ínfimos que somos, cuando por momentos nos creemos gigantes, dueños de todo.
Un gran hombre, del que formo parte, solía preguntarse, por qué no se sobrece más el mar? Siempre que lo miro, me lo repito. Encuentro respuesta en la Luna. Y es entonces, cuando me doy cuenta de que la vida es un cuento, una fábula... y que por mucho que nos empeñemos en convertirla en algo trascendente, es solo eso, un ir y venir que nunca se acaba.
Mirarlas, ofrece esa serenidad que hace ver las cosas sencillas. Sentir su inmensidad. Ese poder de saborear lo ínfimos que somos, cuando por momentos nos creemos gigantes, dueños de todo.
Un gran hombre, del que formo parte, solía preguntarse, por qué no se sobrece más el mar? Siempre que lo miro, me lo repito. Encuentro respuesta en la Luna. Y es entonces, cuando me doy cuenta de que la vida es un cuento, una fábula... y que por mucho que nos empeñemos en convertirla en algo trascendente, es solo eso, un ir y venir que nunca se acaba.